Ya somos el olvido que seremos: Reflexiones sobre la memoria y la existencia
En el vasto tapiz de la existencia humana, hay frases que resuenan con una profundidad única, frases que nos obligan a confrontar la naturaleza fugaz de nuestra propia existencia y la persistencia de la memoria. "Ya somos el olvido que seremos" es una de esas frases, una sentencia que ha cautivado e inquietado a pensadores durante generaciones. Su origen se atribuye al poeta mexicano José Gorostiza, quien la inmortalizó en su obra maestra, "Muerte sin fin".
A primera vista, la frase puede parecer desalentadora, una fría constatación de nuestra inevitable desaparición. Si ya somos el olvido que seremos, ¿qué significado tienen nuestras acciones, nuestras relaciones, nuestra propia vida? Sin embargo, una mirada más profunda revela una verdad más compleja y, quizás, liberadora.
La frase nos recuerda la naturaleza cíclica del tiempo y la impermanencia de todas las cosas. Así como aquellos que nos precedieron se desvanecieron en el pasado, nosotros también lo haremos. Nuestras alegrías y tristezas, triunfos y fracasos, con el tiempo, se convertirán en polvo cósmico, absorbidos por la inmensidad del olvido.
Esta comprensión, lejos de ser un motivo de desesperación, puede servir como un poderoso llamado a la acción. Si ya somos el olvido que seremos, entonces el presente se vuelve aún más precioso. Cada momento que vivimos es una oportunidad para crear significado, para conectar con los demás y dejar nuestra huella en el mundo.
Vivir con la conciencia de nuestra propia finitud nos permite abrazar la vida con mayor intensidad. Al aceptar la inevitabilidad del olvido, podemos liberarnos del miedo al fracaso, la necesidad de control y la obsesión por la trascendencia. En cambio, podemos enfocarnos en vivir plenamente el presente, apreciando cada instante como el regalo irrepetible que es.
Para ilustrar este punto, consideremos la analogía de un artista que crea una obra de arte efímera, como un mandala de arena. El artista sabe que su creación es temporal, que con el tiempo será barrida por el viento o el agua. Sin embargo, esto no disminuye su dedicación al proceso creativo. Por el contrario, la naturaleza efímera de la obra la hace aún más significativa, una meditación sobre la belleza y la transitoriedad de la vida.
De la misma manera, podemos abordar nuestras propias vidas como obras de arte efímeras. Cada acción, cada interacción, cada momento de alegría o tristeza se convierte en una pincelada que contribuye a la obra maestra única que es nuestra existencia. Y aunque esta obra maestra eventualmente se desvanezca, su impacto en el mundo, en las personas que tocamos y en los recuerdos que dejamos atrás, permanecerá.
En última instancia, "ya somos el olvido que seremos" no es una sentencia de desesperanza, sino un llamado a la acción, una invitación a vivir con autenticidad, propósito y gratitud. Al abrazar nuestra propia finitud, podemos liberarnos del peso del pasado y la ansiedad por el futuro, y vivir plenamente en el presente, creando significado y conexión en cada paso del camino.
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